Esta cabeza monstruosa y peluda, coronada por un par de grandes antenas, pertenece a una abeja melífera, una de las más antiguas formas de vida animal que todavía permanecen sobre la Tierra. Pero es probable que nunca haya visto ninguna de esta manera, tan íntimamente cerca, sin secretos. La imagen es obra de la fotógrafa Rose-Lynn Fisher, quien ha utilizado un microscopio electrónico de barrido de última generación para realizar 60 fotografías que revelan hasta el último detalle de la anatomía de estos insectos. La realidad se ve aumentada desde decenas a 5.000 veces.
Las abejas fueron las primeras criaturas examinadas por los científicos del siglo XVII, pero la forma en la que podemos contemplarlas ahora no tiene parangón. Bajo los nuevos microscopios, las abejas pueden parecernos monstruos alienígenas, aunque para Fisher, que en 2010 recogió sus fotografías en el libro «Bee» (Princeton Architectural Press) y las exhibirá en una exposición en la Universidad de Cornell (Nueva York) en enero, revelan toda su majestuosidad. Son «obras maestras arquitectónicas, con una elegante fusión de forma y función».
Las fotografías descubren hasta el último detalle del cuerpo de las abejas. Por ejemplo, sus ojos constan de 6.900 lentes hexagonales que se asemejan a la estructura de un panal. El apéndice que utilizan para chupar el néctar de las flores se asemeja a una larga y delgada lengua peluda y su exoesqueleto de seis patas peludas acumula una carga estática durante el vuelo con el fin de atraer eléctricamente el polen. El aguijón de doble filo se asemeja a una aguja hipodérmica, etc. Toda una creación vista sin tapujos.
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