Tras una corta batalla, el abordaje sirvió para comprobar la magnífica cocina y la calidad de los materiales de la Kriegsmarine
El HMS Bulldog arría la lancha con la que abordaron al U-110
La lancha de Balme, a punto de abordar el U-110, que ya tenía la popa hundida
La fuerza de abordaje trata de atar un cable para remolcar el submarino: cada minuto contaba
Las
operaciones en el mar son siempre difíciles y
el asalto del submarino alemán U-110 no fue una excepción. Este es el relato en primera persona de los
oficiales británicos que capturaron la
máquina codificadora Enigma (después de varios intentos infructuosos, el
9 de mayo de 1941) cuando barcos de la Royal Navy lograron capturar un submarino alemán. Hasta entonces,
los submarinos habían sido
hundidos o escapaban. Pero el U-110 fue abandonado por su tripulación tras
un duro aunque breve combate, en la seguridad de que se estaba hundiendo.
Por los informes de los soldados implicados y el interrogatorio a los supervivientes sabemos que no fue así. Después de soportar 24 cargas de profundidad, el submarino, gravemente dañado, subió sin control a la superficie y allí se vio superado por los cañones de 4,7 y 3 pulgadas y las piezas de dos libras (pom-pom pounder) de los buques. Un obús de 3 pulgadas impactó en la torreta, matando a varios hombres y la tripulación recibió la orden de abandonar la nave. Antes, el “HMS Broadway” provocó un vertido del depósito exterior de combustible al impactar con la popa del submarino durante las maniobras de acecho.
Mientras el “HMS Aubertia” recogía a los supervivientes en el agua,
desde el “HMS Bulldog” se envió una lancha para abordar el U-110. No había bandera blanca, de modo que toda precaución parecía poca. Los de la lancha de abordaje llevaban armas y máscaras antigás, porque no sabían a que se iban a enfrentar. Solo sabían que el
submarino debía estar hundiéndose y cualquier segundo era precioso.
Con la popa sumergida y la torre tocada, nadie podía asegurar cuánto tiempo le quedaba.
Quien habla desde este punto es el subteniente D. E. Balme, en el completo informe que redactó tres días después de capturar la máquina Enigma del submarino U-110, unas páginas sobre un asunto que tituló
“Boarding Primrose” (el abordaje del “Primavera”, nombre en clave del U-110)
Agujeros de cañonazos en la torre
“A las 12:45 del 9 de mayo, abandoné el "Bulldog" al mando de un equipo de abordaje hacia un submarino enemigo que había salido a la superficie. La lancha que comandaba tenía una tripulación de 6 marineros, 1 telegrafista y 1 fogonero. El "Bulldog" se detuvo a barlovento del submarino y como había un fuerte oleaje traté de ganar un valioso tiempo abordándolo directamente por la banda de barlovento. El blindaje de la Torre tenía numerosos agujeros causados por el cañón de 3 pulgadas del “Bulldog” y el de 2 libras.”
“Como nadie abrió fuego sobre nuestra lancha, yo estaba bastante seguro de que no había nadie en la torre de mando. Entramos en la torreta por el lado de estribor. La escotilla estaba firmemente cerrada. (Tenía entre 18 y 24 pulgadas de diámetro, era de superficie esférica con la rueda para atornillar y cerrar, para abrir la escotilla saltaba en cuanto se accionaba una pequeña palanca).”
“Bajé por la escala hacia la base de la torre, donde había una escotilla similar cerrada. ¡Debajo de esta escotilla
encontré la Sala de Control desierta! Todo estaba iluminado y las puertas estancas principales hacia proa y popa estaban abiertas.
Un trozo de la torre había caído sobre esta cubierta. Detectamos un ligero escape de aire en la sala de control, pero ni rastro de cloro por lo que las
máscaras de gas que llevábamos fueron descartadas. Lo mismo que los revólveres, que ahora parecían más un peligro que una ventaja.”
“Era evidente que la tripulación había abandonado el submarino a toda prisa. Los
libros e instrumentos estaban esparcidos. Se formó una cadena humana para sacar todas las cartas y los libros. La velocidad era esencial debido a la posibilidad de que el barco se estuviera hundiendo (aunque parecía completamente seco) Di órdenes para enviar arriba todos los libros, excepto los libros de lectura, obviamente, por lo tanto fue recuperada una serie de libros de navegación aparentemente inútiles. Todas las cartas estaban en cajones debajo de la mesa de cartas en la sala de control y había también algunos libros de señales, de registro, etc. Los diagramas fueron asegurados en cubierta.”
“Mientras tanto, el telegrafista se dirigió a la
oficina de transmisiones (W/T), justo delante de la sala de control en el lado de estribor. Estaba en perfectas condiciones, al parecer nadie había tratado de destruir ni los aparatos ni los libros de registro. Aquí se encontraron
códigos, manuales de señales, bitácoras y correspondencia en general, como si esta dependencia hubiera sido utilizada como la oficina del buque.
También la máquina de codificación se encontró aquí, enchufada y como si estuvieran usándola cuando abandonaron la nave. El aspecto general de esta máquina es la de una máquina de escribir, el telegrafista pulsó algunas teclas y le pareció muy peculiar, por lo que se envió arriba. Esta oficina W/T parece mucho menos complicada que las nuestras ya que
no parece tener el exceso habitual de interruptores, enchufes, perillas, etc.”
Una cámara de cine
El informe del subteniente Balme se exiende en detalles de cómo los soldados de su partida, y los de otra lancha que arribó después, trataron de amarrar y asegurar la flotación del submarino mientras continuaban registrando y recabando toda la información relevante. También que el motor de babor seguía en marcha y no era fácil desconectarleo La oficina de hidrófonos centró mucha de su atención, lo mismo que las dependencias de oficiales, donde los soldados extrajeron muchas tiras de papel, fotografías, documentos varios, cámaras fotográficas, carteras y una cámara de cine. Con ella, rodó parte de los trabajos de abordaje, pero solo después se dio cuenta de que el foco y el obturador estaban puestos de manera que nada debió fotografiarse con claridad. El motor de babor no pudo ser apagado fácilmente.
Cuando llevaban 5 horas en la nave, una vez sacada toda la información posible y
ante el peligro de naufragio, abandonaron el submarino, según el
relato de Balme. Aun así, el oficial añade algunas reflexiones a su detallado informe. Le impresionó tanto la
limpieza como el diseño y la organización (alemana, cabría decir) pero también, y sobre todo, la
“magnífica cocina” y la abundancia de suministros. Destaca que le gustó el impresionante receptor de radio que podía escucharse en todo el submarino y tenía
200 estaciones de radio señaladas en el dial.
También destaca la utilización de altavoces y teléfonos en lugar de tubos para comunicación interna, incluso en la torre, así como la elegancia y calidad de las prendas de los oficiales, especialmente los impermeables. Y se lamenta de no haber registrado las dependencias de la marinería, por el poco tiempo y porque no quiso abrir las puertas estancas de la parte hundida del submarino.
¿Por qué cerraron las escotillas?
Balme elogia el “espléndido trabajo” de la pequeña tripulación que le acompañó, señalando el nombre de todos, y sostiene que a todos los que participan en un abordaje deberían entregarles una pistola automática en lugar del revolver que encuentra “engorroso y peligroso” para estas misiones.
Por último un detalle intrigante: la tripulación alemana del submarino declaró que lo abandonó ante su inminente hundimiento, y ni siquiera sabían que había sido abordado. Pero entonces, se pregunta Balme: “¿Por qué cerraron las escotillas de la torre?” Nunca se sabrá.
De los campos de concentración al U-110
j.g.c. madrid
Entre la tripulación alemana del U-110, al mando del capitán Fritz-Julius Lemp había un marinero muy especial. Además de la dotación de 47 hombres (cuatro oficiales, 15 suboficiales y 27 marineros, más el capitán) había un corresponsal de guerra. Había hecho decenas de fotos de la tripulación aterrorizada durante los ataques y la "lluvia" de cargas de profundidad, y según el testimonio de los marineros había aguantado muy bien las condiciones claustrofóbidas del U-boat. Los interrogatorios a los supervivientes muestran el respeto de la tripulación hacia su capitan, tanto como el desprecio que sentían hacia el primer oficial, Dietrich Loewe.
Muchos de los marineros habían sido enrolados a la fuerza (era su primer destino). Uno se había sometido a una operación quirúrgica seis semanas antes de zarpar y fue obligado a incorporarse. Otro tenía ideas comunistas, a pesar de lo que se le incluyó en la dotación. Pero sin duda el marino más singular era un soldado que había estado en un campo de concentración. Había sufrido en propia carne toda la abrumadora crueldad de la maquinaria represiva nazi y además en el submarino se le consignaron responsabilidades, a pesar de que la Kriegsmarine le había calificado de "irreconciliable" a la vista de los sufrimientos padecidos por su familia y por él mismo. Pero tenía el respeto de la tripulación y se mostraba casi siempre taciturno si alguno de sus compañeros hablaba de la represión en los campos.
Los interrogatorios muestran que la moral germana ya estaba minada y, en particular, las dotaciones de submarinos hablaban de la eficacia de los detectores de sonar británicos, "infalibles", de los que cada vez era más difícil escapar.
En el asalto al U-boat, el 9 de mayo de 1941, murieron 15 personas: el capitán, tres suboficiales y once marineros. El resto fueron rescatados.
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