Un
chimpancé esperará más de dos minutos para comer seis uvas, pero un lemur negro preferirá zamparse dos de inmediato que aguardar más de 15 segundos para recibir una ración más grande. Lo mismo ocurre con los seres humanos.
Hay personas que saben controlarse con el objeto de recibir una recompensa mayor en el futuro y otras que optan por el «más vale pájaro en mano que ciento volando» y se quedan con lo que puedan obtener al instante.
Jeffrey R. Stevens, psicólogo comparativo en la Universidad de Nebraska-Lincoln y autor principal del estudio, que se publica en la revista Proceedings of the Royal Society B, ha estudiado las razones evolutivas de por qué algunas especies de primates tienen capacidad de autocontrol o demora en la gratificación y otras no. En concreto, experimentó con lémures, titíes, tamarinos, chimpancés y
bonobos de los parques zoológicos de Berlín y Leipzig en Alemania.
En esos experimentos, los animales tenían que elegir entre una bandeja que contenía dos uvas que podían comer de inmediato y una bandeja con seis uvas que podían comer después de esperar un rato. Los tiempos de espera se incrementaron gradualmente hasta que el animal llegaba a un «punto de indiferencia», cuando optaba por la recompensa pequeña inmediata en vez de esperar.
De esta forma, Stevens descubrió que las especies con mayor masa corporal, cerebro más grande, mayor esperanza de vida y áreas de distribución más grandes también tienden a esperar más tiempo para obtener una recompensa más grande.
Los
chimpancés, que normalmente pesan alrededor de 38 kilos, viven cerca de 60 años y tienen un hábitat de un rango de unos 35 kilómetros cuadrados, eran capaces de esperar una recompensa cerca de dos minutos, el tiempo más largo de cualquiera de las especies de primates estudiadas. El
tití cabeciblanco, que pesa unos 400 gm y vive unos 23 años, esperó unos ocho segundos antes de optar por una recompensa inmediata más pequeña...
Además de las características relacionadas con la masa corporal, Stevens analizó otras dos hipótesis para la paciencia: la capacidad cognoscitiva y la complejidad social, pero no encontró ninguna correlación.
«En los seres humanos, la capacidad de esperar una mayor recompensa se correlaciona con un mayor rendimiento en las medidas cognitivas como el coeficiente intelectual, el éxito académico y la capacidad de memoria de trabajo», señala. Pero Stevens no encontró ninguna correlación entre los niveles de paciencia y el tamaño relativo del cerebro de un animal en comparación con su tamaño corporal, la medida que se utiliza para cuantificar la capacidad cognitiva.
Los investigadores también han argumentado que los animales en grupos sociales complejos han reducido la impulsividad y son más pacientes para adaptarse a las jerarquías sociales de dominación y sumisión. Pero Stevens no se encontró correlación entre el tamaño del grupo social de las especies y sus niveles de paciencia.
Stevens cree que las tasas metabólicas pueden ser el factor principal que conecta la paciencia con la masa corporal y las características físicas relacionadas. Los animales más pequeños tienden a tener mayores tasas metabólicas. «Se necesita combustible y se necesita a cierta velocidad -explica-, cuanto más rápido se necesita, menos tiempo va a esperar».
«La selección natural ha dado forma a los niveles de paciencia para tratar con los tipos de problemas que enfrentan los animales en su hábitat natural», explica. «Esos problemas son específicos de cada especie, por lo que los niveles de paciencia también lo son».
En los seres humanos, las decisiones acerca de la comida, el entorno, el cuidado de la salud e incluso las finanzas también involucran rentabilidades futuras. Los procesos mentales detrás de esas decisiones aún no han sido bien identificados, así que el investigador se pregunta si las tasas metabólicas también podrían tener algo que ver. Quizás puedan ser una respuesta a las ansias de algunos.
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