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lunes, 9 de diciembre de 2013

Fugas de cine... que ocurrieron de verdad en España

Algunas de las huidas de prisión que se han producido desde principios del siglo XX parecen películas, pero no lo son
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Módelo de Barcelona, 2012: presos intercambiándose con sus hermanos libres
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Interior de la cárcel Modelo de Barcelona
Aunque las noticias sobre fugas de presos en las cárceles españolas ya no son tan frecuentes como hace unos años, en la historia del siglo XX y XXI encontramos unos cuantos ejemplos estrambóticos que sorprendieron a propios y extraños y coparon no pocas páginas en la prensa.
Como si de películas se tratara, pero ocurridas en la realidad, aquí tenéis algunas de las fugas más impresionantes y peculiares que se han producido en España en el último siglo.
¿Os acordais el año pasado de la fuga de un preso de la cárcel Modelo de Barcelona, quien se intercambió la ropa con su hermano y salió tranquilamente por la puerta? Parecía de película, pero no lo fue. El interno, que estaba pendiente de juicio por presunto maltrato, era de origen pakistaní y aprovechó el parecido con el familiar, que fue detenido, para intercambiarse cuando éste lo visitó en el centro penitenciario.
La fuga ocurrió por la noche, al finalizar una comunicación del preso con miembros de su familia, lo que llevó al Ministerio de Justicia a abrir un expediente disciplinario al detectar un posible error de aplicación del procedimiento de control, seguimiento y finalización de las comunicaciones. En la cárcel Modelo de Barcelona se llevan a cabo unas 2.000 de media al mes.
Este tipo de fuga ya había ocurrido con un español el 14 de agosto de 2002, cuando el etarra Ismael Berasategi se cambió también por un hermano –dos años mayor, pero de gran parecido físico–, el cual se quedó dentro de la prisión de La Santé, en Francia, mientras que el terrorista salía sin problemas a la calle y se reincorporaba a las actividades de ETA.
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San Cristóbal, 1938: la huida más multitudinaria de la historia de Europa
Las fugas carcelarias más sorprendenes del último siglo en España
 Presos republicano en el fuerte de San Cristobal, en 1942
La huida de la prisión de San Cristóbal que tuvo lugar el 22 de mayo de 1938, es uno de los hechos más destacados de la Guerra Civil española, a la par de uno de los más desconocidos. «Si pones un autobús para ir al campo de concentración de Mauthausen para ver lo mal que lo pasaban, se llena, pero no para venir a Pamplona a ver el monte Ezkaba, y las situaciones eran prácticamente las mismas», comentaba hace dos años Carmen Domingo, autora de la «La fuga» (Ediciones B), una novela sobre aquel acontecimiento.
Hasta un total de 2.500 presos republicanos tuvieron la oportunidad de huir ese día de la prisión, pero la mayoría no se atrevieron a salir del fuerte. Y de los 795 que sí se fugaron, sólo tres lograron escapar definitivamente. Los demás murieron o fueron apresados de nuevo. Se identificaron 187 cadáveres y otros 24 muertos más no pudieron ser identificados.
La fuga fue preparada minuciosamente por unos treinta presos. Durante la cena, varios grupos desarmaron a los guardianes del comedor. Uno de ellos opuso resistencia y murió como consecuencia de un golpe con una barra de hierro. Luego se rindieron los soldados de las garitas y el fuerte fue tomado por los reclusos, que salieron al exterior. Cuando los camiones de los militares se acercaron a San Cristóbal, muchos presos desistieron, fugándose en desbandada 795, que iban mal calzados y vestidos, desnutridos, con escasos fusiles. De estos, muchos fueron abatidos y detenidos. De los 795 fugados fueron detenidos en los días sucesivos 585.
Solo tres lograron pasar la frontera. De uno de ellos no se ha vuelto a saber nada y de los otros dos, uno acabó en México y el otro, Jobino Fernández, llegó a Francia y desde allí regresó a España para volver a colaborar con el ejército de la República.
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Puerto de Santa María, 1971: la leyenda de «El Lute»
Las fugas carcelarias más sorprendenes del último siglo en España
  Imagen de la detención de «El Lute», en Salamanca, en 1966
Eleuterio Sánchez, «El Lute», el delincuente más famoso del franquismo, protagonizó dos espectaculares fugas que también han acabado en el cine. La de 1966 se produjo saltando de un tren en marcha cuando era trasladado de Santander a Madrid a la altura de Palencia, dos años después de que fuera condenado a muerte en un consejo de guerra por el robo a una joyería en el que murió una persona, aunque no a mano suya. «Una extraordinaria peligrosidad, vigor físico poco común, astucia, audacia e inteligencia natural vivísima son los caracteres definitivos de El Lute», aseguraba ABC en esta época, en la que informaba de que llegó a «cruzar a nado el Canal de Castilla y se alimentó de verduras durante su fuga premeditada».
En 1 de enero de 1971 se produjo lo que este periódico llamó «la fuga cinematográfica de “El Lute”». Eleuterio llevaba más de cuatro años preso en el Puerto de Santa María, un tiempo en el que incluso llegó a pensar en el suicidio. Pero en vez de quitarse la vida, optó por estudiar, primero, y planificar su fuga, después.
A las cinco de la madrugada de la Nochevieja de aquel año, aprovechando la condescendencia otorgada en el penal con motivo de la festividad, «El Lute», que tenía 28 años, logró convencer a algunos reclusos para que le acompañaran en su nuevo intento de huida. Tras conseguir salir de sus celdas, Eleuterio y sus compinches perforaron un muro unos 65 centímetros de ancho desde una galería interior y, sobre él, consiguieron llegar hasta los tejados del comedor por un lugar donde los centinelas no tenían posibilidad de verlos. Cuando ya solo les quedaba atravesar el muro exterior, «El Lute» les convenció para que le dejaran ir primero y, desde una claraboya en el que hay un cable, se deslizó hasta el muro que da a la calle con una especie de cinturón que se había fabricado con trozos de sábanas. Fue en ese instante cuando la sombra de Eleuterio deslizándose por el muro fue descubierta por la Guardia Civil del puesto exterior, que dieron la alarma. Los otros reclusos fueron detenidos, pero «El Lute», herido de bala en la pierna y en el pecho, consiguió fugarse.
Está segunda huida, que fue mítica, le llevó a esconderse durante días en el colector general de Sevilla, un agujero oscuro donde, a la luz de un candil, empezó a escribir su libro «Camina o Revienta».
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Segovia, 1976: la fuga más famosa de ETA
Las fugas carcelarias más sorprendenes del último siglo en España
  Imagen del desagüe por el que se produjo la fuga de Segovia
Es quizá la más famosa de la historia de ETA, que fue llevada al cine por Imanol Uribe y premiada en el Festival de San Sebastian. El 5 de abril de 1976, de 29 presos, de los cuales 24 pertenecían a ETA Militar y otros cinco al FRAP, FAC, MIL y PCE indistintamente, huían de la cárcel de Segovia por el colector de las aguas fecales, al que llegaron tras cavar un túnel durante varios meses.
«La fuga más importante desde la Guerra Civil», contaba ABC en su edición del día siguiente, donde informaba que está huida «fue intentada en dos ocasiones anteriores por medio de galerías subterráneas que los presos habían realizado desde el interior del penal hasta el exterior», y que «se preparó durante varias semanas, contando con la colaboración de personas que actuaron desde el exterior».
Aunque en 1975 habían planificado ya la fuga, los planos y las fotografías del alcantarillado de la cárcel de Segovia que habían conseguido cayeron en manos de la Policía gracias a infiltrado Mikel Lejarza. Pero unos meses después, aprovecharon que los lavabos tenían doble pared con el fin de excavar el túnel, disimulándolo con una tapa hecha de baldosas. Éste daba al sistema de alcantarillado, que tras recorrer 800 metros iba a parar a una zona industrial donde contactaron con un comando exterior.
Aunque consiguieron esconderse en interior de un camión forrado de madera que les llevó hasta la localidad navarra del Espinal, la fuga acabó con el arresto de 24 de los fugados, la muerte de otro en un encuentro con la Guardia Civil y la huida a Francia de cuatro.
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Martutene, 2002: «Piti» y «Sarri», la fuga inmortalizada por el punk
Las fugas carcelarias más sorprendenes del último siglo en España
  Imagen de archivo de Joseba Sarrionandia
Cuando en 2002 se produjo la fuga de Berasategui al intercambiarse por su hermano, España llevaba casi 20 años sin ver la fuga de un etarra. La última se había producido en 1985, cuando José Ignacio Picabea Burunza y Joseba Sarrionandia consiguieron huir de la prisión guipuzcoana de Martutene dentro de unos bafles de sonido, tras un concierto del cantautor Imanol organizado por Mikel Antza, que habían sido acondicionados para ello.
«Los planes y operación» de la fuga, que sería inmortalizada por el grupo punk Kortatu en el tema «Sarri, Sarri», fueron reivindicados por ETA Militar en un comunicado dado a conocer por el diaro «Egin», en el que negaban que la evasión hubiera sido una acción improvisada. De hecho, el mismo Sarrionandia había vaciado su hoja de pecunio –cuenta corriente a la cual todo interno tiene derecho en un centro penitenciario– tres días antes de la evasión, dando instrucciones precisas de que la cantidad íntegra fuese entregada a su novia.
Los vehículos que acompañaban al cantante, que fue detenido e interrogado junto al resto del equipo técnico, aunque luego se demostrara que nada sabía de la argucia, salieron por la puerta principal de la prisión a las 12.15 horas. Hasta dos horas después, cuando se dispusieron a hacer el recuento de las 14.00, los funcionarios no se dieron cuenta de que tenían dos prisioneros menos que contar.
Tras la fuga de Picabea y Sarrionandia, el entonces crítico musical Mikel Antza –que es conocido también por su actividad como escritor desde hace más de tres décadas– huyó a Francia y adquirió prestigio dentro de ETA hasta el punto de que, entre 1993 y hasta que fue detenido en 2004, llegó a ser jefe del aparato político de la organización.
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Santander, 2006: oculto en una bolsa de basura
Las fugas carcelarias más sorprendenes del último siglo en España
 Imagen de archivo de la Prisión Provincial de Santander, antes de su desapareción
Jeferson Escobar Franco, un preso de origen colombiano de 26 años que estaba acusado de haber asesinado a un hombre en Castro Urdiales (Cantabria) en 2002, se fugó de la Prisión Provincial de Santander el 30 de mayo de 2006, con la ayuda de otros reclusos y de varias personas del exterior. Cuando los funcionarios procedieron a efectuar el recuento habitual, se percataron de la falta de Escobar e inmediatamente se puso en marcha la búsqueda dentro de la prisión, que resultó infructuosa.
La Dirección General de Instituciones Penitenciarias envió a dos inspectoras para recabar información, que, tras analizar las cintas de vídeo, emitieron una nota en la que decían: «Todo apunta a que el interno contó con la ayuda de otros reclusos para evadirse, ocultándose en una bolsa de basura».
Al parecer, la bolsa fue transportada por un interno desde las duchas hasta la zona de la puerta principal, dentro de lo que eran sus tareas de porteo habituales dentro de la cárcel. Debido al peso, necesitó una carreta especial que le proporcionó otro preso. La bolsa con Escobar dentro llegó al cuarto de las basuras, desde cuya ventana al exterior saltó al tejado del garaje contiguo y de ahí a la calle. Da la casualidad de que ese día ningún funcionario acompañara el traslado de las bolsas como ocurría habitualmente, ni de que nadie se apercibiera de la fuga a pesar de que las cámaras estaban grabando.
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