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miércoles, 20 de marzo de 2013

Sudeste Asiático

Desde la India hasta Nueva Guinea, pasando por Indochina, Malasia y a través de una cadena de más de 20.000 islas, se extiende el bosque lluvioso más antiguo del mundo. Las selvas orientales se


formaron tras la extinción de los dinosaurios, hace 65 millones de años, y hoy albergan una riqueza biológica inigualable.
En el espectro botánico domina la presencia de Dypterocarpus, que alcanzan los 40 m de altura. Grandes raíces de sostén afianzan el tronco, que suele estar cubierto de plantas parásitas que trepan en busca de la luz. Las semillas de estos árboles, del tamaño de una nuez, están provistas de unas “hélices” que amortiguan su caída desde tanta altura. Pero por encima del dosel de Dypterocarpus sobresale el gigantesco tualang, el tercer árbol más alto del mundo, que alcanza fácilmente los 80 m.
El clima del Sudeste Asiático está regido por los monzones. Dos veces al año, los húmedos vientos monzónicos procedentes del mar descargan sus lluvias sobre las tierras orientales. Cualquier cambio en el ciclo del monzón puede tener efectos devastadores. Así, durante los años 90 hubo dos incendios en la zona de proporciones épicas y de alcances imposibles de evaluar, propagados por las condiciones creadas por un monzón débil.
El bosque más viejo es hoy el más amenazado. La presión de la creciente población es insostenible. El bosque se destruye incontroladamente para obtener tierra agrícola. En muchos casos, el bosque es sustituido por enormes plantaciones de palmera aceitera. A ello hay que unir la codicia de las compañías madereras, que están acabando con bosques milenarios. Al ritmo actual, no quedarán bosques primarios en una década…


Los manglares
Cuando los bosques tropicales llegan al mar surgen los manglares. Los manglares son árboles especializados, dotados de estilizadas raíces aéreas que se anclan en el barro de la orilla y mantienen el tronco y hojas por encima del nivel de las mareas, al mismo tiempo que protegen a la costa de la erosión. El exceso de sal se acumula en las hojas, que son repuestas periódicamente.
Los manglares de todo el mundo se originaron en el sudeste asiático, donde hoy presentan la mayor diversidad, y de ahí colonizaron las zonas costeras tropicales de África y América, ayudados por sus semillas flotantes.
Cuando los manglares crecen en los estuarios, donde el agua dulce y salada confluyen, se crean unos bosques de una enorme riqueza biológica. Las raíces de los manglares retienen el sedimento del río, creando un suelo fértil que de otro modo se perdería en el mar. Muchas especies marinas de peces y crustáceos buscan estas condiciones salobres para su reproducción, atrayendo a un gran número de mamíferos y aves terrestres que buscan aquí una fuente de alimento. Macacos cangrejeros, gatos pescadores, varanos o zorros voladores se unen a las especies endémicas del manglar, como el saltarín del fango.
Hoy, los manglares del mundo están amenazados por la acción del hombre. Su madera hace un carbón excelente, muy codiciado por industrias locales. Sus raíces especializadas son muy sensibles al chapapote, ya que el petróleo obstruye sus poros. Y grandes extensiones se destruyen para crear complejos turísticos. La pérdida del manglar afecta de manera muy negativa a la costa, que queda desprotegida de la erosión, y supone la desaparición de uno de los ecosistemas con más biodiversidad del mundo.

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