Boris Skossyreff, conocido como Boris I de Andorra
En la actualidad, Andorra es un principado soberano que basa su economía en en el turismo, gracias a una combinación de actividades como el esquí y sus tiendas libres de impuestos.
Con esta prosperidad resulta difícil pensar que en 1934 era un lugar pobre y atrasado que además vivió uno de los momentos más surrealistas de su historia de la mano de Boris Skossyreff, un ciudadano ruso que desafió al presidente de la República Francesa y al obispo de la Seo de Urgel reclamando para sí la jefatura de estado del principado.
Tal y como podemos leer en un extenso e interesante artículo del blog «Fronteras», en los años 30 Andorra apenas contaba con 4.000 habitantes que malvivían de la agricultura y eran gobernados por un régimen casi feudal, heredero del establecido tras su fundación en el siglo XIII. Apenas un 10 por ciento de la población decidía los designios del microestado bajo la tutela de los copríncipes.
En un contexto como ese no es difícil entender cómo de la noche a la mañana Boris Skossyreff, un tipo de aspecto campechano, labia fácil, recursos aparentemente inagotables y que afirmaba ser un príncipe ruso, fuese capaz de convencer a los andorranos para que lo nombrasen su rey.
Tras obtener la nacionalidad andorrana, en diciembre de 1933, Skossyreff comienza a presentar sus planes para modernizar el principado, hasta que en mayo de 1934 es expulsado de Andorra por las autoridades francesas por interferir en los asuntos políticos de Les Valls.
Exiliado en La Seo de Urgel, inicia una campaña de autobombo que atrae a la prensa nacional e internacional. Se declara heredero de los reyes de Francia en lo que respecta al coprincipado, se hace fotos regias con cetro y monóculo e imprime diez mil copias de una carta constitucional para Andorra, que incluía derechos como el sufragio universal, la libertad religiosa o la de prensa.
A comienzos de julio de 1934 convoca a los representantes de las seis parroquias que componían Andorra en la Casa de La Vall. Allí les propone transformar el principado en un próspero paraíso fiscal al estilo luxemburgués o monegasco a cambio de que lo nombrasen «Príncipe de Andorra».
Contra todo pronóstico, convenció a los presentes y su propuesta fue aprobada con un solo voto en contra. Convertido en Boris I, fue proclamado rey de Andorra. Ese mismo día la noticia llegó a oídos de los copríncipes. Mientras que el presidente francés se desentendió del asunto, el obispo de la Seo, Justí Guitart, no se lo tomó tan bien y calificó duramente lo sucedido.
La reacción del obispo no gustó nada a Boris, que el 11 de julio proclamó el Estado Libre de Andorra y procedió a disolver el Consejo de Les Valls, el órgano que había regido los destinos del principado durante siglos. Además, en un acto de insensatez, publicó un bando en el que recogía las declaraciones del obispo urgeliense y procedía a declararle la guerra.
Esta actitud enfureció a monseñor Guitart, que no tardó en responder. El 20 de julio de 1934 envió a cuatro guardias civiles a la Fonda Calons de San Julián de Loria, sede provisional de la monarquía andorrana, para que detuvieran a Skossyreff, ante unos perplejos vecinos que no hicieron nada por defender al rey que ellos mismos habían elegido pocos días atrás.
El depuesto rey fue enviado a Barcelona y, desde allí, trasladado a Madrid, donde se le aplicó la ley de Vagos y Maleantes, tal y como publicó ABC en su edición del 25 de julio. Tras pasar un tiempo en la cárcel Modelo fue expulsado a Portugal y los siguientes años estuvo vagando por lugares como Gibraltar, Tánger o Lisboa, hasta que se le perdió la pista. En cualquier caso, es seguro que nunca volvió a pisar Andorra, donde dejó para la posteridad la historia de la monarquía más rocambolesca que del Viejo Continente.
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