facebook
A Alvar, fue su hermano quien le inició en este mundo. Le enseñó a jugar con la Spectrum cuando apenas tenía cuatro años. Con seis, se pasó al «Street Fighters» de la Super Nintendo. Y con nueve años recuerda que sus padres compraron un ordenador e instalaron el «Doom», uno de los videojuegos de disparos de mayor éxito. Le encantó y fue echando más horas a otros videojuegos como «WarCraft II», «StarCraft II» o «DOTA». Con 19 años se enganchó al «Super Smash Bros Brawl» de la Wii, un juego de peleas en el que destacó a nivel nacional. «Pero nunca decidí competir hasta que descubrí el “League of Legends”, al que comencé a jugar muchísimo», cuenta Alvar a ABC.
Su historia no es muy diferente a la de otros muchos chicos de su edad, salvó que Araneae –apodo con el que se conoce en el mundo de los videojuegos a este mallorquín afincado en Madrid– consiguió convertirse en una de las pocas estrellas que hay en España en un sector que cada día mueve a más personas y gana más espacio en los medios de comunicación. Otros son, por ejemplo, Pedro «LucifroN» Moreno, Enrique «XPeke» Martínez o Carlos «Ocelote» Rodríguez, que hace unos días contaba a ABC que ganaba más de 600.000 euros al año jugando también al «League of Legends». Una cantidad impensable para muchos deportistas profesionales, que obtiene de la suma del sueldo de su equipo, la publicidad, los premios, la retransmisión de sus partidas a través de internet y el «merchandising» que vende.
Dinero y fama
A Alvar, por el contrario, no solo no le gusta hablar de dinero, sino que, además, tiene una cláusula en sus contratos que le impide revelar lo que cobra. Es un tema muy hermético. Ningún jugador, salvo Ocelote a ABC, ha hecho públicas sus ganacias dentro de este fenómeno tan nuevo como sorprendente de los jugadores de videojuegos profesionales. «Te puedo decir que se vive muy bien y hablarte de la pasión con la que vivo este videojuego, pero no te voy dar de cantidades específicas. Ni puedo ni me parece adecuado en esta época de crisis», explica.
Lo único que Alvar puede contarnos es que su club actual, Team Alternate, ubicado en Alemania, le paga un suelto mensual, mientras que Riot Games, la empresa que desarrolló el videojuego del que vive, le paga otro por jugar en su liga en exclusividad, junto a los mejores equipos de Europa y América. Y además, recibe un porcentaje por los logos de su equipo que compran los aficionados a través del juego.
Fue en su primera competición en el extranjero, con 21 años, cuando Alvar se dio cuenta de que ellos eran algo así como los Messi, Cristiano Ronaldo o Diego Costa de este mundo que mueve a millones de aficionados en todo el mundo y que, a día de hoy, mueve más dinero que el cine: «Fue en Hannover. Hasta ese momento no era consciente de lo que era la fama. Recuerdo a un chico que se me acercó y me dijo que había venido de otra ciudad de Alemania sólo para conocernos a Ocelote y a mí, que éramos sus jugadores favoritos. Y recuerdo luego ir al baño y encontrarnos a otro chaval esperándonos nervioso, temblando, que nos dijo que solo había ido a Hannover a conocernos a nosotros. Pensé, hostias, a lo mejor sí que existe esta fama. Y te estoy hablando de mi primer evento. Ahora, cuando voy a uno, me cuesta mucho caminar y hay muchísima gente que nos sigue», cuenta.
Recorriendo el mundo
Desde que fichó por SK Gaming en 2010, y después por Team Alternate, en diciembre del año pasado, Alvar ha competido en países como Suecia, Rusia, Francia, Estados Unidos, Corea del Sur y en todas las ciudades importantes de Alemania y España. Y no solo eso, tiene que pasar más de seis meses al año viviendo en Francfurt, donde su club tiene una casa de dos habitaciones y una sala enorme con 10 ordenadores para que él y sus compañeros de equipo entrenen todos los días.
Juegan 12 horas diarias, seis para mejorar las tácticas de equipo y seis individualmente [ver ficha abajo]. Y desde allí se marchan cada fin de semana a competir fuera de la ciudad o el país. «Hacemos todo este entrenamiento –continúa Alvar–, porque los fines de semana tenemos que competir ante miles de personas que nos ven tanto online como en vivo. Si nuestro nivel baja, nos repercutirá a nosotros y a nuestra marca publicitaria».
Sin embargo, no es todo tan sencillo. «Me encanta viajar, pero a veces este ritmo es un poco cansado. El verano pasado recuerdo haber ido a Suecia, vuelto a Francfurt por un día, viajado después a Rusia y luego seguido a Colonia. Agota ir de un evento a otro y tener que estar siempre para el público, firmando autógrafos, haciéndote fotos y jugando. Y aunque tengo la suerte de que no me aburro con lo que hago, hay temporadas en las que tengo que dejar el juego durante unos días para estar con mis amigos, leer o ver series. Luego vuelvo con más ganas», asegura.
En Suecia congregaron en un estadio a más de 5.000 aficionados, en Tenerife a más de 8.000 y en las finales mundiales de «League of Legends» en Los Angeles llenaron el Staples Center, que tiene capacidad para casi 19.000 personas. Hace dos semanas fue a un evento de la Liga de Videojuegos Profesional (LVP) en Barcelona, donde se reúnen los mejores jugadores de España de varios juegos como el «Call of Duty» o el «FIFA», además del suyo, donde se hizo cientos de fotografías con aficionados y llegó a firmar más de 500 póster con su imagen en tres horas. «Hay eventos donde literalmente no podemos andar, como nos ocurrió recientemente en Colonia de la gran cantidad de gente que nos rodeaba. Era escandaloso», recuerda.
Madurez para jugar
A pesar del sacrificio, Alvar no abandona sus estudios universitarios y ya se encuentra en quinto de Ingeniería Industrial. El tiempo que pasa en Madrid, entre septiembre y enero (vive en el barrio de Malasaña), juega por las tardes y va a la universidad por las mañanas. El año que viene quiere parar un par de meses para acabar la carrera.
Esta «madurez», como la califica él, no la tienen todos los jugadores de videojuegos. «Muchos de los chavales que, aun sin ser profesionales, destacan día a día por internet, tienen entre 16 y 19 años. Se debe a que, cuanto más jóvenes son, más reflejos tienen. Y aunque parezca una tontería, tener mucha agilidad de manos te hace destacar. Pero si después se estancan es porque no son los suficientemente maduros y no tienen la mentalidad necesaria para procesar su nivel», subraya.
Él supo hacerlo muy bien y, además, mantener el nivel. Tanto que, con 24 años, es ahora uno de los veteranos de este mundo donde las estrellas apenas sobrepasan los 20. Y piensa seguir hasta que su cuerpo aguante. «Después trataré de abrir otras puertas en el mundo de los videojuegos con la carrera de Ingeniería acabada. Quiero dedicarme a esto el resto de mi vida. Me apasiona», concluye.
No hay comentarios:
Publicar un comentario