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viernes, 4 de octubre de 2013

UNA CONFUSIÓN DE LENGUAS

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    Un flamenco. | Carlos de Hita
    Carlos de Hita
     

     En orden pero sin concierto. Estos días celebramos la Semana de las Aves. Con ese motivo hacemos un repaso por la escala cromática de sus voces. Desde la más grave, el bufido sordo, a 140 herzios, de un avetoro, hasta los cerca de 10.000 herzios del más diminuto de nuestros pesos pluma, el reyezuelo listado, que emite apenas un susurro agudo, un alfilerazo en el oído.
    Y entre ambos extremos todas las frecuencias, ordenadas en una escala ascendente.
    Los gruñidos del somormujo lavanco
    O los del cormorán grande.
    El crocitar desgarbado del cuervo.
    La voz de madera de la paloma torcaz.
    Y toda una serenata nocturna: búho real, búho chico, cárabo, mochuelo boreal, mochuelo común y autillo.
    De nuevo un gruñido, el del del calamón, oculto entre las cañas.
    Los gangueos de los gansos.
    El trompeteo destemplado de las grullas.
    Los maullidos agresivos de un ratonero.
    El “quejío” de un flamenco.
    El insoportable martilleo de la cigüeñuela.
    Un oboe, osea, una oropéndola.
    La triple nota del archibebe común.
    Los silbidos de un ánade silbón.
    Las flautas tenor de mirlos y zorzales.
    El silbato lejano de un picamaderos negro.
    El chirriante trisar de la golondrina común.
    La triple nota de la codorniz anunciando la buena cosecha desde los trigales: “buen pan hay”, dicen que dice
    El parloteo líquido de las alondras.
    El chirrido estridente del triguero.
    El trino poderoso y acelerado del diminuto chochín.
    O las estridencias de los vencejos rasgando el aire.
    La biodiversidad interpretada  en la escala cromática de las aves.

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