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sábado, 10 de enero de 2015

¿Desde cuándo se distingue en castellano la «V» y la «B»? ¿Cómo surge y por qué la diferenciación?

¿Desde cuándo se distingue en castellano la «V» y la «B»?
Cuentan con orígenes fonéticos diferentes, pero su confusión se generaliza en la Edad Media y hoy en día ambas grafías representan el mismo fonema, lo que origina no pocas equivocaciones a la hora de escribir las palabras

«La pregunta correcta es: ¿Desde cuándo no se distinguen en castellano los fonemas /b/ y /v/?», afirma Salvador Gutiérrez, académico de la RAE y director del Departamento de «Español al día» y director adjunto de la Escuela de Lexicografía Hispánica.
Se trata de dos letras de origen diferente. «La oposición proviene del latín», aclara el también coordinador de la «Ortografía de la Lengua Española». La historia de la letra «v» se corresponde con la de la letra «u»: la «u» latina deriva de la «y», ípsilon griega, que procede a su vez del fenicio «wau». Mientras, la «b» proviene de letra griega «β» beta y y la «b» del alfabeto latino o romano.
En el castellano primitivo, entonces, la «b» representaba un fonema oclusivo sonoro bilabial y la «v», labiodental. Sin embargo, «la diferenciación se pierde pronto en el norte de Castilla», apunta Salvador Gutiérrez. Aunque esta distinción fonológica «se mantiene en la pronunciación culta en la época alfonsí, su confusión se generaliza ya en la Edad Media», indica el académico de la RAE.
De este modo, «las letras b y v representan hoy el fonema /b/ y no existe diferencia en la pronunciación de ambas», de acuerdo con «Ortografía de la Lengua Española». La existencia de varias posibilidades gráficas para representar el mismo fonema «se mantiene en la escritura como residuo etimológico», recuerda Salvador Gutiérrez.

Este «residuo», que origina no pocas confusiones a la hora de escribir las palabras, se mantiene debido a que, en la configuración del sistema ortográfico del español, uno de los criterios que ha operado hasta bien entrado el siglo XVIII es el etimológico. De acuerdo con él, se debe respetar en alguna medida «la forma gráfica de su étimo, es decir, del término del cual derivan. Este criterio funciona, en muchos casos, en sentido opuesto al fonológico, y explica por qué la forma escrita de determinadas palabras contradice el principio básico de adecuación entre grafía y pronunciación», de acuerdo con «Ortografía de la Lengua Española».
De este modo, en la mayoría de las palabras, procedan del latín o de otras lenguas, se mantienen la «b» o la «v» etimológicas. La «Ortografía de la Lengua Española» aporta varios ejemplos «''acerbo'', áspero al gusto, del latín ''acerbus''; ''acervo'', conjunto de bienes pertenecientes a una colectividad, del latín ''acervus''».

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