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Summa-Madrid, sin perder las formas
@jdguardiola
El número de ferias en España es un disparate. Sobre todo si tenemos en cuenta que no dejan de surgir nuevas convocatorias justo cuando menos dinero se mueve en el sector. Todo está fatal, no hay un euro, los coleccionistas retraen sus adquisiciones, los museos y fundaciones, las grandes colecciones en general, no compran…
Pero aquí, ¡venga a abrirse ferias! Uno diría que el negocio reside no tanto en participar en ellas como en organizarlas. De hecho, más allá del sector privado, algunas se mantienen exclusivamente por intereses políticos: subvencionadas por las administraciones de turno que no quieren renunciar al patrimonio simbólico y el estatus que se presupone asociados a estos acontecimientos culturales de no tan extenso arraigo social, por otro lado. En fin, que cuesta entender el fenómeno, sobre todo desde la perspectiva de los que ponen el dinero y participan: las galerías.
«Es lo que toca»
Llegó la segunda edición de Summa en Madrid. En impecables condiciones formales y, con ello, ofreciendo un marco de calidad para sus clientes. Pero no dejé de preguntarles en mi recorrido qué plus añadía esta feria a, por ejemplo, y muy especialmente, las galerías de la propia ciudad, que son un grupo numeroso y de las que más renombre aportan. Por qué acaban pagando 5.000, 6.000, 7.000 euros –o más– por desplazarse unos metros de donde tienen abiertas las puertas de su negocio habitual el resto del año.
Summa no tiene nervio, ni excitación, pero a cambio es rigurosa y formal, repulida
Lo importante es que desde hace años Madrid parece demandar un salón de menores dimensiones y más concentrado sobre el coleccionismo nacional, aunque no exclusivamente. Y se han ensayado varios modelos (paradójicamente, alguno de los que hacen competencia a Summa tienen el mismo dueño). Se consiguió lo buscado en 2011, cuando JustMad ocupó un edificio noble y desvencijado en el Barrio de Salamanca, pero no se pudo mantener la apuesta. Y ahora parece que esta edición de Summa sería otra excelente opción. No tiene el nervio, ni la excitación de aquello, es obvio, pero a cambio es rigurosa y formal, repulida.
Sin galerías de relleno
Con un nivel medio más que aceptable, ha evitado los guetos que separan lo bueno de lo malo y esos márgenes donde se empuja a las galerías «de relleno». Plantearla como antesala de ARCO sería la peor campaña publicitaria posible. Tiene que ser otra cosa: tiene que ser algo por sí misma. Como toda feria en el presente, necesita contar una historia, definir un perfil, convencernos de su diferencia. Summa 2015 tiene una buena oportunidad para conseguirlo: parece que, sin salir entusiasmado, todo el mundo ha quedado lo suficientemente contento como para darle esa oportunidad. Por Óscar Alonso Molina
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Resistirse a ser mayor en ABC-Berlín
@jdguardiola
Instalación de Daniel Steegmann Mangrané en ABC-Berlín
Olvídense de Basilea. Los suizos son demasiado estirados. ¡Y fijen su mirada en ABC-Berlín! La ciudad cuenta desde hace años con el suficiente dinamismo para ser considerada auténtica capital del arte. Y dinero tampoco le falta. Estamos en el corazón de esa cosa chirriante a la que llamamos «Europa». Por fin su feria se pone a la altura.
Para ello, primero hizo falta «matar al padre» (el cierre de otra feria, Art Forum Berlín); un cambio de emplazamiento (desde hace tres años, la antigua estación de tren de Gleisdreieck, en Kreuzberg, un escenario tan trendy y casual donde cualquier cosa queda «bonito»); y savia nueva en la dirección (Maike Cruse desde 2013, que, curiosamente, había ejercido con anterioridad la jefatura de prensa de... Basel, en Suiza y Miami).
ABC nació como reunión de galerías de Berlín, que invitaban a otras firmas del país y el continente a disfrutar en conjunto de la creación actual. Su séptima edición la pasada semana demostró que cualquier tiempo pasado no siempre fue mejor, rompiendo moldes de lo que se entiende por feria.
Una cita sin estands
Para empezar, ABC’14 ha sido por primera vez una feria sin estands y en el que cada galería mostraba a un único artista (había alguna excepción, que hasta los alemanes, si quieren, se saben soltar la melena). El diseño de Manuel Raeder dispuso los 115 proyectos de las 111 firmas participantes a lo largo de la vieja estación, dotando a todo de un cierto aire de bienal, de un Art Positions de Basel sin principio, ni fin. «Esta es ya una feria en la que no se venden metros cuadrados –explicaban– y en la que se encuentran trabajos no habituales en otras citas». Si se referían a los precios o los tamaños (inabarcables, en muchos casos), o a la pujanza de una disciplina como la performance (visible en varios no-estands), estaban en lo cierto.
ABC ha sido vez una feria sin estands, en el que cada galería mostraba a un artista
Los nombres propios
En cuanto a los nombres propios, sólo una galería española, Travesía Cuatro, apostando por el mexicano Gonzalo Lebrija. Y únicamente un artista español, Daniel Steegmann Mangrané, con una de las instalaciones más poderosas (E. Schipper). Junto a ellos, el potentísmo enviroment a oscuras (una hora para visitarlo, sólo siete cerillas) de Michael Kleine (H. Mª Kloster); viejos conocidos como Fernando Bryce (B. Thumm), Jonathan Messe (Krinzinger) o Tobias Rehberger (Neugerriemschneider); el «museo» de lo analógico de Joep van Liefland, los neones de Ch. Jankowski (Lisson Gallery) o John Bock repartiendo comida... Todo ello, junto al programa nocturno de las galerías, daba lugar a un irresistible caldo de cultivo del que nutrirse. En 2015, hay que volver a Berlín. Por Javier Díaz-Guardiola
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Cosmoscow, ni frío ni calor
afp
Una mujer se detiene ante una obra de Marina Vargas, en el estand de Javier López
Napoleón y Hitler aprendieron en sus propias carnes , y en sus propias derrotas, que el invierno ruso aniquila (congela) todo afán expansionista o imperial. El invierno ruso está a la vuelta de la esquina –como todos los inviernos a este lado del hemisferio, pero aquí con más grados–, por eso, quienes organizan Cosmoscow saben que no tienen otras muchas opciones en el calendario –antes de abrigarse hasta las cejas– que este mes de septiembre (mediados) para abrir las puertas al coleccionismo de arte contemporáneo nacional e internacional. No importa demasiado que coincida con Berlín en el mismo fin de semana. Lo de Summa en Madrid no entorpece sus planes porque no cuenta. Al cabo, ninguna se hace demasiada competencia ni en propuestas, ni en lujos varios. La clave de Cosmoscow estriba en no fenecer hecha un tempanillo y que, por ende, las cotizaciones de artistas y obras, se queden atrapadas en la cadena del frío y mueran de hipotermia, cual soldado en campaña.
Pequeña y matona
El caso es que Cosmoscow se celebró hace dos fines de semana sin frío ni calor que arropase el cuerpo y el alma. Ahora bien, no es menos cierto que por la capital de rusa, incluso estando a unos cuantos grados bajo cero, el dinero y el lujo fluyen que da gusto y calientan una barbaridad. Cosmoscow es una feria pensada para el coleccionismo nacional, lo cual no quiere decir que no aspire a atraer a colegas de otros lares.
Las ambiciones del proyecto no son invasivas sino medidas y cabales, pese a que los conflictos internos y externos con Ucrania hayan descabalado muchos planes internacionales. Como apuntan Sandra Nedvetskaia, co-directora de la feria: «Rusia tiene una larga tradición de coleccionismo. En pocos años, ha surgido una nueva generación de coleccionistas muy interesada en todo lo que aporta la creación más nueva».
Cosmoscow es una feria pensada para el coleccionismo ruso, lo que no le resta internacionalidad
La excepción española de Javier López tiene su paralelismo en el representante alemán (Beck & Eggeling), británico (Campoli Presti), neoyorquino (Michael Werner), monegasco (The Bredeer) o estonio (Temnikova & Kasela). Por lo demás, tal y como ha ocurrido en otras ferias que apenas han echado a andar, «el futuro se basa en un progreso lento y cuidadoso, aprovecahando las sinergias con otros mercados», señala Nedvetskaia, que nos recuerda que en 2015 coincidirá con la Bienal de Moscú. Por Laura Revuelta






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