¡Qué alegría!, ¡qué alborozo! Aunque hay quien argumenta que habría sido más honroso tirar hacia adelante con la decisión tomada, por muy radical que ésta fuese, lo cierto es que la inmensa mayoría nos alegramos por el cambio de rumbo.
Ahora, con una Wii U que no acaba de despegar, el lanzamiento de una Xbox One con las características anunciadas dejaría a PlayStation 4 con una ventaja competitiva brutal y eso no es bueno. No quiero decir que me parezca mal que Sony venda más sino que no hay nada tan beneficioso para el consumidor como la competencia. ¿Microsoft escucha a los usuarios?, ¿todo es fruto del temor a las bajas ventas?, ¿han pesado mucho las presiones de los accionistas? Puede verse como un acto de sensatez o uno de cobardía, pero en realidad eso da igual, al final lo que importa es que todos salimos ganando.
Los efectos del cambio no tardaron en hacerse notar —las reservas en Amazon Reino Unido se dispararon al instante—, pero no hay que engañarse, no todo es positivo. Microsoft también ha renunciado al préstamo de los videojuegos descargados, una función muy interesante que estoy convencido de que en un futuro cuajará pero que de momento queda aparcada.
Puede que este cambio no moleste a muchos jugadores y que, por tanto, Microsoft no se vea muy perjudicada por la decisión. Sin embargo, me temo que los cien euros más que costará Xbox One respecto a PS4 (justificados en gran parte por la inclusión de Kinect) y la mala imagen que ha generado todo este revuelo del DRM, sí podrían afectar de forma muy negativa a las ventas de la consola. Esperemos que la compañía sea capaz de compensarlo a base de juegos. De momento, el catálogo pinta bien.
¿Qué os parece el cambio de política de Xbox One?
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