Trabajadores extranjeros en África nutren el tráfico ilegal de primates
La amplia presencia de mineros y trabajadores chinos en Guinea Conakry, donde construyen grandes obras o extraen recursos naturales como bauxita, hierro, oro o cobalto, ha traído consigo el nacimiento de una red de tráfico ilegal de grandes simios desde las selvas de este país africano hacia China, donde suelen ser vendidos a zoológicos, según alertan científicos y primatólogos. Guinea es el país con más gorilas y chimpancés de toda África occidental, pero sus posibilidades de supervivencia se ven seriamente amenazadas con este tráfico emergente.
Pero no todo son malas noticias. La ONG francesa Proyecto GALF (Aplicación de la Ley sobre la Fauna de Guinea) lucha contra este tráfico, y cuenta historias de éxito como las de Sam, Bailo y N'dama, que hace unos meses fueron rescatados de las garras de estas redes criminales. La ONG recibió información sobre la presencia de bebés chimpancé retenidos en Koundara, en el norte de Guinea Conakry, por un grupo de trabajadores chinos de la empresa CGC que está construyendo una carretera. Tras confirmar los hechos, el Proyecto GALF y las autoridades llevaron a cabo una operación conjunta que permitió la confiscación de los chimpancés, una especie protegida.
Los animales (dos machos y una hembra; el mayor de unos dos años y medio) se encontraban en un estado lamentable: encerrados durante meses, bajos de peso, aquejados de varias enfermedades y, lo que es peor, privados de todo contacto físico y afecto. Los trabajadores chinos habían pagado a cazadores furtivos que, probablemente, mataron a las madres. El objetivo era venderlos.
Guinea se ha convertido en un país
clave en el tráfico de fauna, una actividad que ocupa el tercer lugar entre los comercios ilegales del mundo tras las armas y la droga. Numerosas especies o sus trofeos (marfil, pieles) son exportados de manera ilegal.
“Nosotros hacemos la investigación y trabajamos con la Interpol para detener a los traficantes. Luego nos aseguramos de que son procesados, condenados y de que pasan mucho tiempo entre rejas”, dice Charlotte Houpline, coordinadora de GALF. “El tráfico de chimpancés es especialmente preocupante”, añade Houpline. Solo desde 2007 más de 100 chimpancés y 10 gorilas fueron exportados ilegalmente desde Guinea en dirección a China. Un comercio muy lucrativo, pues un chimpancé puede valer unos 20.000 dólares (15.000 euros) en el mercado internacional. “Se estima que para sacar a 100 chimpancés hay que matar a unos 1.000. Quienes controlan este comercio son redes criminales muy potentes y para romperlas vamos a necesitar de un verdadero compromiso por parte de las autoridades guineanas. El problema es que los criminales se aprovechan de la debilidad de las leyes, de la falta de voluntad política y de la levedad de las penas”.
Tras el decomiso, los tres bebés fueron trasladados a las instalaciones del Parque Nacional de Badiar, donde provisionalmente se hizo cargo de su cuidado un guarda. Sin embargo, hace falta algo más para sacarlos adelante hasta que sea posible su traslado a un lugar definitivo. GALF contactó entonces con el Instituto Jane Goodall España (IJGE), que tiene un equipo trabajando desde hace tres años y medio en el sur de Senegal. La idea era cuidar a los animales y recuperarlos del trauma sufrido.
Cuando, a principios de agosto, la directora del proyecto del IJGE en Senegal, la primatóloga Liliana Pacheco, se encontró por primera vez con Sam, Bailo y N'dama, se quedó impresionada. “Llevaban casi un año sin contacto con otros chimpancés, la mitad de sus vidas en una jaula”, asegura. En total se desplazó un equipo de cinco personas, entre ellas la propia Pacheco, el presidente del IJGE, Ferrán Guallar, y tres voluntarios. “Presentaban muchas conductas estereotípicas producto del trauma vivido y el confinamiento. La hembra, por ejemplo, se balanceaba constantemente y tenía la mirada perdida. Estaba muy deteriorada. Y Sam y Bailo mostraban mucho miedo”.
Cada mañana se les sacaba al campo. Al principio solo a N'dama. “Primero tienes que ganarte su confianza, necesitan seguridad. Ellos no nos conocían”, explica la primatóloga. Una vez en el campo, los voluntarios les iban presentando los árboles, explicándoles qué hojas y frutos se podían comer y cuáles no. Los chimpancés aprendían por imitación. “Teníamos que transmitirles que todo estaba bien, que podían andar libres por la naturaleza, que no tenían que tener miedo, que podían subir a los árboles y jugar en la tierra”, explica Pacheco.
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Durante dos meses, los miembros del IJGE estuvieron junto a los chimpancés. “Tuvieron una evolución muy positiva. N'dama abandonó el balanceo, recuperó la confianza, ganó peso y se acostumbró a los humanos. Los machos también progresaron, ganaron peso, perdieron parte de sus estereotipias y se dejaban manipular”, añade la primatóloga. A finales de septiembre, N'dama, Sam y Bailo fueron trasladados de manera definitiva al único albergue especializado que existe en el país, el Centro de Recuperación de Chimpancés (CCC). A salvo.
Por su parte, los traficantes están pendientes de juicio. GALF sigue de cerca este procedimiento, intentando que el tráfico de influencias y la corrupción no impidan la aplicación de la ley. “Este juicio es clave porque es el primer caso de tráfico de chimpancés en el que están implicados ciudadanos del principal país de destino, China”. Además, Guinea está actualmente bajo vigilancia de la CITES, una convención multilateral de Naciones Unidas que afecta a 175 países y regula el comercio internacional de especies en peligro de extinción. “Las consecuencias para un país que ratificó la CITES en 1981 podrían ser importantes si la situación no mejora”, explica Houpline.
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