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viernes, 25 de agosto de 2017

Joan Mir, tocado por una varita

Joan Mir, tocado por una varita
Joan Mir (Fotos: Gold & Goose)
El piloto balear es la nueva gran joya del motociclismo español… y mundial.
Cuando la cantidad y la calidad se unen, es porque el talento desborda el enrase. Cuando, en un joven piloto, se atisba algo especial, algo que trasciende más allá de los cronómetros y de las hojas de resultados, se dice que un piloto está tocado por una varita.


Según avanzan las carreras, parece más y más claro que Joan Mir está en ese grupo de elegidos.
No es necesario apuntar los nombres que conforman ese grupo, ya que por lo general son sobradamente conocidos. Tampoco es cuestión de meter presión a Mir, pero no se puede obviar lo que está haciendo en este 2017 y, sobre todo, cómo lo está haciendo. Especialmente, si se tiene en cuenta lo ‘tarde’ que llegó al Mundial, ya con 18 años. Para entonces, ya había realizado algunas exhibiciones memorables en el Mundial Junior de Moto3, aunque el título se le escapó.
El pasado 2016, era el tapado de un Leopard Racing que aspiraba al título con Fabio Quartararo. En su segunda carrera, Mir ya acabó quinto. Acabó la primera mitad de temporada con cinco presencias en el ‘top ten’, pero sería a la vuelta de vacaciones cuando empezaría a mostrar lo que estaba por venir. Su victoria en Austria batiendo a pilotos mucho más experimentados en la categoría como Brad Binder, Enea Bastianini, Fabio Quartararo y Philipp Oettl maravilló a todo el mundo. Y, un año después, está claro que no fue flor de un día. Ni muchísimo menos.

Después de aquel triunfo, sumó dos podios más –tercero en Misano y segundo en Valencia- para acabar quinto en su primer año. No fue nada más que el preludio de 2017, donde ya partía con el cartel de principal favorito al título mundial. Lejos de sucumbir ante la presión, ni siquiera se ha arrugado. Por el contrario, ha subido el nivel hasta acariciar la excelencia, y salvo hecatombe se proclamará campeón del mundo con 20 años, que cumplirá el próximo 1 de septiembre.
Si el año pasado el mundo del motociclismo quedó asombrado con Brad Binder, lo que está haciendo el balear este año está traspasando los límites de la historia de Moto3, e incluso de la categoría pequeña, al menos en lo que respecta al presente siglo.
En Silverstone, además de poder convertirse en el primer piloto de la historia de Moto3 en encadenar cuatro victorias, Mir tendrá la ocasión de igualar las nueve victorias de Luis Salom en la categoría, el récord absoluto tras haber igualado en Brno a nombres como Romano Fenati, Maverick Viñales, Álex Rins y Danny Kent. Y hace 20 grandes premios ni siquiera había ganado.
A estas alturas, Brad Binder ‘sólo’ había ganado tres carreras. Jack Miller cuatro. Danny Kent cinco y Maverick Viñales (en 2012) cinco. Luis Salom seis. Nadie había ganado siete de las once primeras carreras en Moto3. Si volvemos a 125cc, campeones como Nico Terol o Marc Márquez habían ganado seis.
Para encontrar a un piloto de la categoría pequeña con mejores números que Mir a estas alturas de temporada hay que retroceder hasta 1997, cuando un tal Valentino Rossi había vencido en nueve de las once primeras carreras rumbo al primero de sus nueve títulos mundiales.

Caer en la tentación de comparar a Mir con Rossi sería demasiado fácil (y un tanto absurdo y precipitado), pero es sólo un frío dato. Un dato que da pistas del nivel de dominio alcanzado por el español en la presente temporada, pero sólo un dato.
Decir que Joan es el único piloto de las tres categorías que ha puntuado en las once primeras carreras de la temporada es otro dato, quizás éste ya algo menos frío. Menos frío porque ya señala que, además de ganar, Mir es muy consistente y tiene el título en mente en todo momento.
Velocidad y consistencia, dos virtudes básicas para todo piloto que aspire a crack mundial. Pero lo que separa a los llamados de los elegidos, lo que hace pensar que el mallorquín está tocado por una varita no es la cantidad de victorias, sino la calidad de las mismas.
Ha demostrado ser el más resolutivo en luchas de grupos grandes, como lo hiciera en Losail o en Montmeló, donde rubricó la que quizás sea su mejor victoria con una última vuelta memorable en la que se metió por donde no parecía caber nadie. También en grupos pequeños, como en Termas de Río Hondo o Sachsenring; así como en un mano a mano con su gran rival, Romano Fenati, en Brno. La lucha en grupo y el cuerpo a cuerpo son dos artes que ha demostrado controlar de forma magistral.

Y, sobre todo, ha sido capaz de vencer en solitario en la categoría menos propicia para ello, como ya hiciera en Le Mans, donde se impuso con cuatro segundos de ventaja; y la última en el Red Bull Ring, donde remontó hasta llegar a la cabeza y puso un ritmo que nadie pudo seguir.
Victorias de magnífica factura que demuestran su velocidad innata, así como su capacidad para pensar durante las carreras y soportar la presión manteniendo la frialdad en los momentos más calientes; todo ello combinado con su capacidad estratégica para supeditar resultados concretos al bien del título, conformándose con puntuar en luchas encarnizadas como Jerez, Mugello o Assen; donde acabó tercero, séptimo y noveno, respectivamente; pero acabando siempre a menos de un segundo del ganador. En este sentido, su único lunar fue Austin, donde fue octavo a casi seis segundos de Fenati, que venció en solitario.
En definitiva, las sensaciones que transmite Joan Mir son las de estar ante uno de esos pilotos que rompen el molde. También le pasa a Honda, que no le pierde de vista. En este sentido, 2018 será el año para ver si es capaz de pelear por las victorias en Moto2 desde el principio como hicieron Marc Márquez o Maverick Viñales.
De momento, tiene que rematar el título de Moto3, donde sus rivales ya sólo le ven dos formas, dependiendo del gran premio: En unos, es la rueda a seguir. En otros, es la rueda que nadie puede seguir.

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