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jueves, 20 de noviembre de 2014

¿Cuál era el parentesco entre Cayetana de Alba y el Gran Duque de la leyenda negra?

La Casa de Alba perteneció a la familia Álvarez de Toledo durante trescientos años hasta que, a la muerte sin descendencia de la XIII duquesa, el linaje pasó a los Fitz-James Stuart

Wikipedia
 Llegada del Duque de Alba a Rotterdam, por Eugène Isabey (Museo d'Orsay, en París)
La figura más destacada en la historia de la Casa de Alba, donde también brilla en importancia Cayetana de Alba, es quizás Fernando Álvarez de Toledo, III Duque de Alba y general destacado de la España imperial.
 Un personaje sobre todo conocido por la leyenda negra que la propaganda anglosajona arrojó contra él. Un personaje histórico, no en vano, muy lejanamente emparentada con la fallecida Cayetana de Alba. Aunque durante más de tres siglos la Casa de Alba permaneció bajo la preeminencia de la familia castellana Álvarez de Toledo, los Fitz-James Stuart, rama bastarda de los Estuardo, se hicieron con el linaje a partir de 1802.
Fernando Álvarez de Toledo ha pasado a la historia como uno de los mayores comandantes de su siglo. Nacido en Piedrahita (Ávila) en 1507, el III Duque de Alba fue educado por su abuelo Fadrique y por un grupo de humanistas entre los que destacaba Juan Boscán. Con tan sólo seis años acompañó a su abuelo a Navarra con el ejército que tomó este reino. En 1524, cuando contaba con diecisiete años, se unió sin el permiso familiar a las tropas del Condestable de Castilla Íñigo de Velasco que sitiaron y rindieron la plaza de Fuenterrabía, ocupada por franceses y navarros. Empezaba entonces una carrera militar que se extendió desde el reinado de Carlos V, compañero generacional del duque, hasta avanzado el de Felipe II.
A pesar de todos sus éxitos militares, el III Duque de Alba es recordado sobre todo por la excesiva dureza empleada en la rebelión de Flandes. El veterano general, contaba 61 años, trató de evitar por todos los medios hacerse cargo de una misión que se convertiría en la única mancha de su impresionante hoja de servicios. Aunque consiguió imponerse por las armas, incluso cuando fue atacado desde tres frentes, el Gran Duque de Alba impuso una política de terror entre la población que tuvo su máximo exponente en el Tribunal de Tumultos. Las ejecuciones dictadas por este tribunal acabaron en tres años con diez veces más vidas que la Inquisición española en todo el reinado de Felipe II.
Es por ello que la propaganda holandesa le convirtió en el objetivo preferente de sus textos. Un grabado de la época le muestra comiéndose un bebé humano. Y hasta la actualidad ha sobrevivido la imagen negativa del noble castellano. Hay madres de Holanda que todavía amenazan a sus hijos con la llegada del Duque de Alba cuando se portan mal, e incluso en Navidad se les dice a los niños que el noble castellano irá para llevárselos a España.

El final de los Álvarez de Toledo

Todo el protagonismo de los Álvarez de Toledo en la España Imperial quedó diluido cuando la decadencia y el desánimo tras la derrota de Trafalgar penetraron entre los miembros de la nobleza. La última Álvarez de Toledo en encabezar la Casa de Alba fue María Teresa de Silva Álvarez de Toledo, XIII duquesa de Alba de Tormes y testigo directa de aquella época. La persona que más títulos de nobleza ostentó en la España de principios del siglo XIX vivió siempre rodeada de conspiraciones palaciegas y romances secretos. Se rumoreó que era «la maja desnuda» que posó para Francisco de Goya.
Con el fin de preservar los dos ducados más poderosos de España atados a la familia Álvarez de Toledo, su abuelo casó a María Teresa de Silva, en 1775, a los doce años de edad, con su primo, José Álvarez de Toledo y Gonzaga, XV duque de Medina Sidonia, título aún más antiguo que el de Alba. Sin embargo, el matrimonio no tuvo hijos y en 1796 falleció el duque. Pocos años después, en 1802, Cayetana corrió la misma suerte y murió repentinamente a los cuarenta años, en su Palacio de Buenavista, víctima de una misteriosa fiebre. Según se sospechó entonces, quizá la enemistad de la Casa de Alba con Manuel Godoy y la Reina María Luisa de Parma habría empujado al primer ministro de Carlos IV a envenenar a Cayetana. No obstante, el cadáver de la duquesa fue exhumado en el siglo XX y sus restos sometidos a autopsia. Su muerte fue atribuida a una meningoencefalitis de origen tuberculoso, lo que descartó el presunto envenenamiento.

Los Fitz-James Stuart asumen el ducado

La falta del tan esperado hijo varón y la prematura muerte de los dos duques fue una auténtica tragedia para las ilustrísimas Casa de Alba y la Casa de Medina-Sidonia, que se vieron obligadas a repartir los títulos en varias ramas menores, muchas emparejadas lejanamente con la familia Álvarez de Toledo. La mayoría de los títulos de Cayetana, entre ellos el Ducado de Alba, pasaran a manos de su pariente Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, VII duque de Berwick.
Carlos Miguel era un descendiente directo de James Fitz-James, I Duque de Berwick. El famoso general francés, hijo ilegítimo del Rey Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia y de su amante Arabella Churchill (un antepasado también del Primer Ministro del siglo XX), sirvió a las órdenes de Felipe V de Borbón en la Guerra de Sucesión española que termino en 1714. Como agradecimiento a sus méritos militares, el monarca español creó para James Fitz-James el Ducado de Liria y Jérica, que no tardó en emparejarse con otros linajes españoles.
La fallecida Cayetana de Alba contaba muy remotamente con el apellido Álvarez de Toledo –como la mitad de la nobleza de origen castellana–, por tanto sí compartía lejanos lazos con el Gran Duque, pero no ocupaba una posición preferente. Sus títulos como XVIII Duquesa de Alba emanaban del linaje Fitz-James Stuart –el apellido de la familia de su padre Jacobo–, el mismo que le convertía en la principal descendiente de la última dinastía que reinó en Escocia.

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