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miércoles, 13 de noviembre de 2013

La hormiga que devora caracoles

La familia de Marc Márquez revela cómo es el campeón en la intimidad, donde la normalidad preside todos sus actos.

La hormiga que devora caracoles
Para casi todo el mundo Marc Márquez sólo tiene una cara, la que muestra su sonrisa permanente. Transmite alegría, optimismo y pasión. Escarbando, sus mecánicos, los miembros de su equipo o su mánager, Emilio Alzamora, ya puntualizan que en su carácter también hay mucho de disciplina y bastante más seriedad de la que parece. Para ellos la clave es la rapidez con la que cambia.


Cuando hay que ser serio, es muy serio, pero en cuanto tiene tiempo de esparcimiento, lo disfruta como el primero.
Su grupo íntimo, los que le conocen de siempre, su familia, certifican esta impresión. Sigue viviendo con ellos en Cervera. Para ellos es un chico "normal". Pero no todo es tan sencillo. El hecho de vivir en un pueblo de 10.000 habitantes donde todos se conocen también ha forjado su personalidad. "Supongo que todos somos más tranquilos por eso. Allí nos sentimos bien", dice su hermano Álex. Por cierto, que Marc no le llama así sino Mauri. "Es por una coña con mis primos. Me llaman así desde hace años", explica el menor.
El genio lo heredó de la madre; el nervio de su padre
Tiene 20 años, pero en muchas cosas no lo parece, como en su disciplina para entrenarse o estudiar las carreras viendo vídeos. "Es muy maduro. Es una persona que piensa mucho todo antes de hacerlo", desvela Roser Alentá, su madre. "De ella ha cogido el genio", dice Juliá Márquez, su padre. "Y de él, el nervio", añade la mamá. "Es una mezcla de los dos", coinciden. "Siempre ha sido muy competitivo. De pequeño tenía mal perder. Hasta cuando sacaba malas notas, y eso que era muy buen estudiante", rememora la progenitora.
Ahora sus enfados son escasos. "Sólo pierde la sonrisa cuando le gano en la Play Station. Ahí sí se cabrea. Y si le pico ya...", bromea Álex, que alardea de ser mejor jugador que él con la consola. Es uno de sus grandes pasatiempos. El hermano menor ya no se atreve a discutirle. "Algún día le he regañado, pero siempre acaba demostrándome que no tengo razón. Así que ahora ya no le digo nada. Lo doy por perdido", explica.
En casa de Marquez rige una norma: no se habla de carreras
Tanto es así que Álex ha tenido que variar sus preferencias motociclísticas. "No se cabrea si digo que tengo otros ídolos. Él sabe que desde pequeño yo tengo otros. Uno era Dani Pedrosa. Ahora está así, así con él", desvela.
Eso sí, en el hogar hay una norma sagrada y ya clásica: los temas de motos se aparcan fuera. "En casa no se habla de carreras. En los circuitos es su profesión, pero allí, no. Allí hablamos de cosas normales", reconoce Juliá. Roser apoya esta idea: "Hay que saber separar las cosas".
Su abuelo Ramón no se cansa de tirar petardos festejando
Hay otras dos personas de la familia que también son clave en su afición a las motos. Y ambos se llaman Ramón. Uno es su abuelo, quien a los 82 años aún se apasiona con su nieto. "Tira tantos petardos que le he dicho que tenga cuidado, que un día se va a hacer daño", admite Julià. Y el otro es su tío, el hermano del padre, también presidente de su Club de Fans y el que le llevó, junto a Julià, motero de joven, al Moto Club Segre, donde Marc empezó a correr en motocross. "Yo no corro contra ni con él. Me decían que cogiera la moto, pero siempre he tenido que vigilar a algún hijo. Yo sólo corro con él delante de la Guardia Civil", bromea.
Es curioso, pero a Marc, cuyo símbolo y animal favorito es la hormiga -el insecto que pidió que le dibujara en el casco a Aldo Drudi-, le encanta otro animal pequeño: los caracoles. Su comida favorita es un plato típico de Lleida. Hechos a la lata. "Es lo que más les gusta a los dos", reconoce Roser. Contradicciones de la vida.

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